2. Historia

Los instrumentos de percusión pertenecen sin duda a los más antiguos instrumentos de la Humanidad. No es difícil imaginar que ya el hombre primitivo producía sonido golpeando palos, huesos o piedras entre ellos. El instinto primario de “tocar tambores” se puede observar en todo niño de corta edad: Tan pronto dispone de cualquier tipo de palo, comienza de seguido a golpear con él. Y si casualmente alcanza el cubo vacío de la playa, el sonido más agudo producido le anima a repetirlo una y otra vez.

Por las representaciones trascendidas de la antigüedad, se prueba sin duda alguna que ya hace 4000 años en Egipto y Mesopotamia había tambores. Los investigadores han constatado el gran significado que tenía el tocar tambores para muchos pueblos aborígenes. En parte tenían poderes mágicos y en parte servían para rituales o transmisión de mensajes.

A algo así podría haberse parecido un tambor-teléfono

Incluso la forma del tambor ya existía y apenas ha variado. El cuerpo redondo de madera (escogido de algún tronco) y la piel tensada sobre el mismo, hacen sonar una columna de aire de mayor o menor tamaño.

Este principio se deja aplicar a nuestros modernos tambores en la actualidad sin ninguna limitación. Y así se compone nuestra batería hoy día de una mezcla los llamados membranófonos e idiófonos. Los membranófonos son instrumentos en los que el sonido se produce al golpear una piel o membrana tensa por la resonancia generada en la columna de aire al que va fijada. Son llamados idiófonos los instrumentos que suenan por sí mismo debido a que el material del que están construidos genera su propia resonancia al ser golpeados.

Los membranófonos de nuestras baterías son por tanto los tambores con parches de plástico tensados (anteriormente de piel natural) y los idiófonos son los platillos. Desde el siglo 18 estos instrumentos de percusión pasan a ser parte de las orquestas en Europa. También en bandas militares atrajeron la atención debido a que su fuerte rítmica ayuda a marchar mejor. Lo especial en la aplicación de estos instrumentos de percusión es que cada uno de ellos es tocado por un solo músico. En nuestras orquestas sinfónicas se puede observar esto todavía.

Con la llegada de otras formas de música como el Blues y el Swing a principios del siglo veinte se transforma la configuración en la aplicación de estos instrumentos, al igual que su manejo. Entonces se comenzó a juntar los elementos individuales, como tambores grandes, tambores pequeños y platillos, de manera que un solo músico tocaba varios de ellos al mismo tiempo. Esto ofrecía grandes ventajas ya que varios elementos de ritmo podían fundirse en una batería consiguiendo complicados patrones rítmicos. Aunque esto supuso también para un baterista el asumir una gran responsabilidad en relación con el sonido general.

Desde entonces se hizo impensable el renunciar al set de batería en las bandas de Jazz y Big-Bands, las formaciones de Swing y las orquestas de baile. El batería se convirtió en un trabajador sacrificado. No solo debía emplear a fondo sus dos manos, sino también sus pies. Los fabricantes de tambores idearon mecanismos geniales para los pies. Primero fue el pedal para el tambor grande, que al accionarlo percutía sobre la piel posterior del gran timbal fijado al suelo. Pero también a los músicos de orquesta que siempre habían golpeado los platillos entre ellos tuvo que sustituir nuestro baterista. Y para ello servía el segundo mecanismo, el Hi-Hat o – como se le llamaba anteriormente – Charleston o Charles. Con esta máquina, el batería podía hacer sonar los dos platillos para completar la estructura del ritmo. Y mientras el trompetista se permitía hacer una pausa, el batería debía seguir tocando sin interrupción.

Nada de esto a cambiado hasta hoy. También en las bandas de Rock el batería trabaja generalmente sin interrupción. En la estructura básica, la configuración de la batería tampoco ha variado desde hace décadas. Naturalmente las formas y la técnica de los componentes se ha desarrollado enormemente. Problemas como la estabilidad, la durabilidad o la afinación no son de gran importancia para los bateristas actuales. Y se seguirá evolucionando.

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